De otra manera

Jane Kenyon, Poema original

Salté de la cama
sobre dos piernas fuertes.
Podría haber sido
de otra manera.
Comí cereales, leche
dulce, melocotones
maduros, impecables.
Podría haber sido
de otra manera.
Fui con mi perro colina arriba
hasta el bosque de abedules.
Durante toda la mañana,
trabajé en lo que me gusta.
A mediodía, me acosté
junto a mi compañero.
Podría haber sido
de otra manera.
Dormí en una cama
en una habitación con cuadros
colgados de las paredes, y
planifiqué otro día
exactamente igual a este.
Pero algún día, lo sé,
será de otra manera.

Ángeles

Mary Oliver, poema original

Puedes ver a un ángel en cualquier momento
en cualquier lugar. Por supuesto, es necesario
abrir los ojos a una especie de
segunda dimensión, pero no es algo
muy difícil. Toda esa cuestión en torno a
lo que es real y lo que no
nunca se ha resuelto y probablemente
nunca se resolverá . Así que no me preocupa
no ser demasiado definitiva con respecto a nada.
Tengo un montón de aristas llamadas Quizás
y casi ninguna que se pueda llamar
Certeza. Para mí misma, no
para los demás. No es un lugar
al que puedas entrar, no
del todo al menos, la cabeza
de otra persona.

Solo te diré esto.
No me importa cuántos ángeles puedan
bailar sobre la cabeza de un alfiler. Me
basta con saber que para algunas personas
existen y que bailan.

Proximidad

Karen Head, poema original

La joven comadreja en busca de alimento
al otro lado de la ventana de mi despacho
parece ajena a mi presencia;
después de todo, soy yo la que está atrapada.
Picoteo almendras mientras la observo
mordisquear todo lo que encuentra
y aunque estoy dispuesta a compartir,
sé que abrir la ventana
cambiará el mundo.

La música de mi madre

Emilie Buchwald, poema original

En los anocheceres de mi infancia,
cuando me iba a la cama,
la música se deslizaba por la bóveda de mi habitación,
la puerta entreabierta en una rebanada de luz.

Sentía una melancolía que no podía nombrar,
una nostalgia de algo que aún no podía expresar
o comprender pero que aún así
sabía que era nostalgia,
sabía que era tristeza
intacta en el tiempo.

A veces
la música era un ondulante riachuelo
de agua clara que corría
sobre un lecho de piedras
bajo la luz del sol.

Y muchas noches
me escurría de la cama
para verla
mecerse en su asiento
sobrepasada por la marea,
sus brazos remando en la música
del piano.

Por qué no celebras conmigo

Lucille Clifton, poema original

¿por qué no celebras conmigo
lo que he moldeado
como una especie de vida? no tuve modelos.
nací en babilonia
no siendo blanca y mujer
¿qué podía ser sino yo misma?
me lo inventé
aquí en este puente entre
el brillo de las estrellas y el barro,
apretando con una mano
mi otra mano; ven a celebrar
conmigo que cada día
algo ha intentado matarme
y no lo ha conseguido.

Un pasto en la palma de mi mano

Robin Becker, poema original

Temblorosa, deseante, sobre el cristal
del escaparate, deslicé mi mano de niña. Debajo,
los palominos de porcelana trotaban
y los potrillos se sostenían con sus largas patas separadas. Deseaba

llevarme uno a casa, colocarlo en la estantería
y estudiar de cerca su pata levantada, su espumosa melena.
Después, acogiéndolo en el hueco de mi mano,
haría de mi palma un pasto, un prado.

Nadie miraba, nadie, pensé,
sabría que lo había robado, y deslicé el juguete en mi bolsillo.
Aquella noche acaricié la porcelana de caramelo.
Estaba cabalgando cuando mi madre entró

en mi habitación. Supo que mentía.
(¿El caballo? Un regalo…) Lloré cuando me dijo
que hablaríamos con el encargado al día siguiente.
Lloré en su despacho, pero incluso

entonces, lloraba por aquel caballo
tan fácil, de nuevo en el escaparate, por mi madre,
por mis locos y condenados deseos,
por el futuro tomando forma: el establo, la estampida.

El «séptimo cielo» – ¿qué es eso?

Sophia Parnok, poema original

El «séptimo cielo» – ¿qué es eso?
¿Un auditorio sepultado en lo más profundo de las alturas?
¿Butacas color hemorragia nasal en un teatro?
¿Un pequeño círculo de entusiastas?

Hasta una ameba tiene su propio cielo,
con su propia hueste de santas amebas,
sus héroes, y Cleopatras,
su patetismo amoroso y sus locuras.
Aburrido, qué aburrido vivir bajo el cielo,
y más aburrido, tal vez, bajo el séptimo.

Bolso

Ruth Fainlight, poema original

El viejo bolso de piel de mi madre,
lleno de cartas que llevó
durante toda la guerra. El olor
del bolso de mi madre: caramelos de menta
y pintalabios y maquillaje en polvo.
El aspecto de aquellas cartas, ablandadas
y desgastadas en los bordes, abiertas,
leídas, y vueltas a cerrar tantas veces.
Cartas de mi padre. Olor
a piel y maquillaje, que para siempre
desde entonces ha significado feminidad,
y amor, y angustia, y guerra.